Me encanta perderme hoy, en la penumbra del silencio,
confesarle al que acompleja mi existencia,
que muero por estar con la mujer, que ocupa mi sigilo,
que, con fuerza, de una mordida desearía arrancarle un suspiro,
que, con clemencia, irónicamente retengo mi paciencia.
A veces me acurruco en la llanura de un desdén,
comienzo exasperado, a desear que aquí ella este,
y me esclaviza la visión de que no se interese por mí,
mas la tormentosa neblina de mi sosiego,
pervierte a la insistencia de evitarla en esta tarde,
y aunque por arrebatos de tiempo, quisiera salir a buscarle,
es más musculosa, mi poderosa imponencia.
Almas vienen a menudo, a decirme que estoy loco,
yo tan solo les recuerdo, de eso ya no me sofoco,
que, en un intercambio de blasfemia con la prudencia,
de atajante manera, mi vida le arrebaté,
y perdí la conciencia reprobatoria de amar,
ahora subsisto enfrentando peligros, de gloriosas figuras,
criaturas como la de ahora, que mi aliento ha venido a robar.
Mas nadie intente removerme de mi estancia,
encarnado este día estoy, en un escenario modesto,
no me inviten a translucir, pues de la obscuridad me he de cubrir
y cantaré, cantaré mientras el silencio me pueda oír,
bastará así este arrebato de tiempo,
para olvidarme de quien casi ame,
con sufrimiento y desterrado fundamento.
Categories: Poemas
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