Desnuda te ves cautiva, y glorificada,
y al contrario de las horas, desvelada,
fingiendo trabar a la espina una risa,
hermosa te ves desorbitada, sin prisa.
A espaldas de la luz ni quien te acompañe,
frente a mí no habría noche que te salves,
de un suspiro y consentir la senil costumbre,
mientras meses con tu brillo mi desdicha.
Tus caricias ven una mañana sombría,
pues tus pasos al ocaso se pervierten,
para volver a sembrar la vieja espina,
mientras en la humareda mi brújula se pierde.
Preso de la brillantez de tu ceniza,
con el tiempo que se va tras la fría brisa,
y con ella la musa me deja atado,
la doncella de un mundo desconsolado.
Categories: Poemas
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